¿Es posible dotar de un nuevo significado al término “utopía”?
La carrera en la media es como todas, de no retorno. Quizás
la única posibilidad sea crear, para el mismo concepto, un significado más
asequible de forma práctica.
Mi mensaje huele a desesperanzada feroz, pero así está mal
entendido. Busco eficacia dentro de nuestras posibilidades. Hemos arrasado con
mucho y acabado con el antídoto para ese tanto, pero la posibilidad de lubricar
lo que ahora tenemos está presente.
¿Pesimismo ante la raza humana? No podemos llamarlo así
cuando tenemos tantas marcas de tiza, todos aquellos que piden retratos robot
de tanto crimen moral sólo buscan un rato más para encontrar a Wally.
La insolidaridad nos obligó a crear la democracia, nuestro
estado, el que el pensador liberal denominó, y muy bien denominado, como “mal
menor”. Porque sí, esta forma de delegar nuestro poder a un mini-yo nace de
nuestra incompetencia como parte de un conjunto.
Todo anda muy turbio por los tejados, pero no abusemos, como
ellos, de métodos de distracción, que por abajo la cosa está muy, pero que muy
verde.
¿Qué podemos esperar?, será el redbull nuestro de cada día
mientras nos dé más vergüenza llevar ropa de colores fosforitos que tirar
papeles al suelo.
Hay camas muy cómodas, siendo la más confortable de todas la
de dar la mano y coger el brazo. Nos hemos transformado en monstruos del
fetichismo. “Eso ya se dijo”, murmullos. Sin embargo, mientras lo decía no os
habéis dado cuenta de que ya os han quitado la cama.
Nos ha dejado secuelas difícilmente tratables el hecho de construir
nuestros cimientos sobre la propiedad de bienes como prioridad. Aquí todos
sabemos que la próxima guerra civil no estallará hasta que veamos desaparecer
el fútbol o las redes sociales.
Saca el pañuelito blanco por la ventanilla del tren y di
adiós al criterio, y ojo, que no sé si te has dado cuenta, pero el que se va de
viaje eres tú.
Es cuestión de conciencia selectiva. No hemos caído en que
la mayoría de los grandes éxitos en muchos campos están pre-firmados y estamos fielmente enamorados de la libertad en la exigencia
estudiantil.
Las artes están llegando al menosprecio que arrastraban siglos
atrás, aunque tal vez si se volvieran a equiparar artista y artesano podrían
irse de fin de semana, porque sí, está muy cerca de la locura, ¿retribuir al
que le guste su trabajo?
Votar pronto y mal, O qué coño, no votar, y el que vote, que
lo haga en contra. Dientes, que eso es lo que les jode. Y no, no reímos mejor, porque
no vamos a reír los últimos.
Admiración ante la omnipotencia de todos aquellos que hacen
huelga mientras están en los brazos de Morfeo.
Ciudadanos que ilegalizamos la marihuana, pero nos inyectamos
en vena un narcótico irreversible cuando, dentro de nuestra homosexualidad,
queremos bautizar a nuestros hijos.
La Iglesia como institución-submarino. Tal vez lo más sano
sea reconocer nuestra imposibilidad de llegar a la razón última de las cosas y
apagar esta teletienda, la más cutre de todas.
“Oye, que yo mi indiferencia la dejo cuando quiero, pero es
que no quiero”
Gente que critica el humor negro, pero que se esnifa a pares
programas del corazón con constantes asesinatos a la dignidad, individual y
colectiva. La burla hacia ese no tan grande porcentaje de la población que
realmente busca el aprendizaje desinteresado.
Somos de fácil piruleta, encontrándonos en la mayor ciénaga
y comenzando a distinguir peor al enemigo cuando, un año antes de unas nuevas
elecciones, el alto mando se prepara para el acicalamiento social de rigor.
Que nos pillen confesados y que corra el ron.
De puertas para dentro y para fuera, BIOlencia.
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