25 de mayo de 2012

VIOLENCIA


¿Es posible dotar de un nuevo significado al término “utopía”?

La carrera en la media es como todas, de no retorno. Quizás la única posibilidad sea crear, para el mismo concepto, un significado más asequible de forma práctica.

Mi mensaje huele a desesperanzada feroz, pero así está mal entendido. Busco eficacia dentro de nuestras posibilidades. Hemos arrasado con mucho y acabado con el antídoto para ese tanto, pero la posibilidad de lubricar lo que ahora tenemos está presente.

¿Pesimismo ante la raza humana? No podemos llamarlo así cuando tenemos tantas marcas de tiza, todos aquellos que piden retratos robot de tanto crimen moral sólo buscan un rato más para encontrar a Wally.

La insolidaridad nos obligó a crear la democracia, nuestro estado, el que el pensador liberal denominó, y muy bien denominado, como “mal menor”. Porque sí, esta forma de delegar nuestro poder a un mini-yo nace de nuestra incompetencia como parte de un conjunto.

Todo anda muy turbio por los tejados, pero no abusemos, como ellos, de métodos de distracción, que por abajo la cosa está muy, pero que muy verde.

¿Qué podemos esperar?, será el redbull nuestro de cada día mientras nos dé más vergüenza llevar ropa de colores fosforitos que tirar papeles al suelo.

Hay camas muy cómodas, siendo la más confortable de todas la de dar la mano y coger el brazo. Nos hemos transformado en monstruos del fetichismo. “Eso ya se dijo”, murmullos. Sin embargo, mientras lo decía no os habéis dado cuenta de que ya os han quitado la cama.

Nos ha dejado secuelas difícilmente tratables el hecho de construir nuestros cimientos sobre la propiedad de bienes como prioridad. Aquí todos sabemos que la próxima guerra civil no estallará hasta que veamos desaparecer el fútbol o las redes sociales.

Saca el pañuelito blanco por la ventanilla del tren y di adiós al criterio, y ojo, que no sé si te has dado cuenta, pero el que se va de viaje eres tú.

Es cuestión de conciencia selectiva. No hemos caído en que la mayoría de los grandes éxitos en muchos campos están pre-firmados y estamos fielmente enamorados de la libertad en la exigencia estudiantil.

Las artes están llegando al menosprecio que arrastraban siglos atrás, aunque tal vez si se volvieran a equiparar artista y artesano podrían irse de fin de semana, porque sí, está muy cerca de la locura, ¿retribuir al que le guste su trabajo?

Votar pronto y mal, O qué coño, no votar, y el que vote, que lo haga en contra. Dientes, que eso es lo que les jode. Y no, no reímos mejor, porque no vamos a reír los últimos.

Admiración ante la omnipotencia de todos aquellos que hacen huelga mientras están en los brazos de Morfeo.

Ciudadanos que ilegalizamos la marihuana, pero nos inyectamos en vena un narcótico irreversible cuando, dentro de nuestra homosexualidad, queremos bautizar a nuestros hijos.

La Iglesia como institución-submarino. Tal vez lo más sano sea reconocer nuestra imposibilidad de llegar a la razón última de las cosas y apagar esta teletienda, la más cutre de todas.

“Oye, que yo mi indiferencia la dejo cuando quiero, pero es que no quiero”

Gente que critica el humor negro, pero que se esnifa a pares programas del corazón con constantes asesinatos a la dignidad, individual y colectiva. La burla hacia ese no tan grande porcentaje de la población que realmente busca el aprendizaje desinteresado.

Somos de fácil piruleta, encontrándonos en la mayor ciénaga y comenzando a distinguir peor al enemigo cuando, un año antes de unas nuevas elecciones, el alto mando se prepara para el acicalamiento social de rigor.

Que nos pillen confesados y que corra el ron.

De puertas para dentro y para fuera, BIOlencia.


 

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