La fatiga voluntaria sabe al mejor de los envejecimientos.
No sabes lo que tienes hasta que lo muerdes, y aun así, hasta el sabor de la miel tiene una
interpretación bidimensional.
Ser gastronómica y vitalmente transexual, que no nos queda
otra que comer donde caemos muertos y la intervención litúrgica no está al
alcance de todos los bolsillos.
Comerte tú el pan antes de que te coma él a ti, se puede, y
en esas estamos todos, que pensamos un día el título del libro sin haber
aprendido a tener resaca los domingos.
Sentada, exhausta, sonriente y con mi vestido de misa. Me
han retuiteado la causa y ahora estoy en todas partes.
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