El talento de quien, aun encharcado el suelo al derramar, no
para de robar, único y exclusivo mesías terrenal.
Lo extraordinario, lo exclusivo, lo anti-transgénico, la
prueba viva de emancipación de las corbatas. Desgarrar hasta llegar al más puro
cenit lisérgico sin tragar.
Como máxima, ser eternos peregrinos de la pintura sensorial.
Convertir la canción en vino, o al revés. Y llorar, llorar
de oreja a oreja.
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