Tanta silicona me está asfixiando, cuanto más cerca miras,
más lejos.
Merece la pena, está claro, por los girasoles, el cocido y
la gente vibrante. Me he andado topando con un espejo muy polvoriento, el mismo
que antes no tenía bruja y ahora sí. Si es que antes hacían las cosas para que
durasen y no podía ser de otra manera.
Tampoco hay que tomarse las cosas tan a pecho, no soy de
insistir si no me apetece y puedo comer manzanas a pares, la clave está en
limpiar, limpiar el gel limpiador. Muerto el perro, se acabó la rabia.
Algo me dice hay cosas que han caído irremediablemente por
su propio peso encharcando todo el suelo hasta hacerle imposible conducir.
Esta temporada se llevan demasiadas cosas, yo, mientras
tanto, descubro las tiendas más caras. Derecho de admisión como muelle para la
evolución en los días más feúchos.
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