La
conservación de nuestra ambición, truncada por cumbres, síntomas e intenciones
en mal estado, se aferra a la existencia como una fuente inagotable de energía.
Cualquiera delegaría en funciones para comerse las uvas más deprisa, sin
embargo, nunca me gustaron ni la miseria ni la gratuidad.
La
vida como derecho y deber implica saber guardarle intacta lealtad enteramente a
ella. Con cariño, sudor y lágrimas, muchas de ellas; en un mundo bellísimo y
crónico, con sus pequeñas mentiras y sus gigantescas sentencias, más llenas de
vida que la propia muerte y su natural semblante altruista.
¿Cuánto
estás sufriendo, Supervivencia, para hacer de tu antídoto la crudeza de tus
arterias?
Radiante
y feliz me conseguirás cuando, en el mejor instante del día, ingiera y segregue
a partes iguales tu fruto.
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