8 de diciembre de 2014

CERTIDUMBRE

Escancio en mi cara tus besos, jarabes de palo y disparos para una mente embrutecida a causa de las radiaciones, los expedientes y la información. Sin dilación, pulso en el pasillo los botones adecuados para bloquear todos mis demonios hasta que me interrumpes. Tengo que volver a empezar la cuenta: menos uno, cuatro y medio, siete…

Pierdo la noción del tiempo y por un momento pienso que he despertado de una larga y profunda noche, sin pesadillas ni tormentos musculares. Entonces comienzas a obligarme, granuja, a abrillantar el espejo de mi desprestigio. Con toda la humillación y la belleza que sólo viven al amanecer, anocheces mi copa de café hasta calentar mi esófago con el más exquisito vino. Viertes la oscuridad y la ansiedad sobre un tarro de conservas, a medio cerrar, junto al estante de las especias.


El dialecto ambiguo de mis memorias encuentra, en tus lentes, su legibilidad.



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