20 de enero de 2014

Perenne

Me avisó mi olfato carroñero de que se estaban llevando tu cadáver a lo más profundo de la Tierra, algo me decía que mi búsqueda de los restos del más alto nivel se vería completamente truncada. Te creíste tanto tus trucos de magia evolutiva que, de repente, despertaste en ti carne joven y en mí su localizador con la más alta tecnología. Mi cadena alimenticia buscaba, junto a la tuya, el único modo de sobrevivir como engendros en el nivel más bajo. El sustento, entonces, se alejó del agua, de los organismos inmóviles, del pan...

Aun en fechas como hoy, puedo sentir que soy hiena del cuerpo que más respira, del más caliente y del menos abarcable. Cada día puedo elegir ser una especie nueva y sacar el jugo, a mis maneras, al ser más vivo.

La mayor virtud con la que contamos es que pueden pasar los años sin necesitar saber dónde estamos. Sólo un par de gotas de sudor bastan para entender que nos encontramos en el mismo sitio y la única forma de moverse es seguir sudando.

Cuanto más próximos estemos a la extinción, más cerca tendré que respirar de ti.




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