7 de enero de 2014

Colonización

Peter Pan se echaría las manos a la cabeza al enterase de la clase de sentimientos que potencian hoy en día nuestro despegue. “No quiero crecer nunca”, frase de viejos tatuada en pieles firmes y cabezas flácidas. Agotado de todo esto, el animal doméstico se larga, más veloz de lo que su estabilidad le permite pero más lento de lo que le exige la necesidad.

Entonces, no salvaje aunque sí sin dueño,  inhala un aire menos impuro. Tal vez no exento de dolor, pero al menos la corriente ha salido de su propia voluntad.  El dulcísimo sabor de lo malo por conocer…

¡Qué importa la maldad física, sólo se puede tocar, nada más!

Qué barato sale el billete de avión comparado con el precio de un alma de 47 millones de habitantes.


Agradezco, de corazón, mi despido improcedente. 


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