4 de octubre de 2018

Espiral

Me tomo un café, me ducho y plastifico mis pestañas cada mañana para no salir sin chubasquero. No me importa que vayan a deshacerse en esfuerzo con el paso de las horas. Termino vencida y calada, sobre mí misma, viendo un puto borrón y con unas ganas suficientes de volver a conectar los cables al día siguiente, bajo una piel ya seca.

Amasas mi cuerpo hasta convertirlo en una bomba de relojería, que estallará en las manos cada vez que roces el temporizador. Pierdes el control, a mí. Mueves unos hilos finísimos, que son mis venas, haciendo una trenza de espiga agarrada al corazón. Me pincha cuando me muevo, cuando respiro y estudio. Se afloja contigo delante.

Cada vez.


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