El otro día estuve hablando de ti. No de tu belleza o de las muecas tan feas que haces al mentir, sino de ti. Me escucharon atentamente mientras una dura sonrisa se inundó de lágrimas y parte de las fotografías dejaban de verse borrosas, se abrían paso...
Algunas de las excusas que ponía salían de mi boca hechas carcajada, otras me mimaban y el resto se compadecía del espacio libre de mis pantalones. Toda una vida practicando el desapego y ahora parece que necesitara tocarlo todo, ponerle nombre y precio a mis pertenencias.
Se trata no de un traspiés cualquiera ni una broma de juventud, sino del olvido... Del olvido más caro del mundo.
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