Nos dan todo
tipo de placebos temporales, a los cuales, aun siendo conscientes, nos
enganchamos, para que al final la única morfina que valga sea gratuita y conduzca
por la izquierda.
A veces dejo a
un lado cosas que me funcionaban alegando la transformación que haya podido
provocar en mí el cambio ambiental. Ahora, sin embargo, creo haberme dado
cuenta de que hay cosas, aunque pocas, que nunca cambian.
Estamos bien
lejos de nuestro supuesto comportamiento natural como especie, lo más primario
es mucho más complejo que comer o dormir y mucho más sencillo que hacer fuego o
reproducirnos.
Hemos sido
capaces de desatender nuestra estabilidad para hacer de nosotros algo más
especial, buscando nuestra esencia en algo mucho más profundo. Se nos ha ido de
las manos hasta el punto de llegar a perderlas, pero tal vez ya no las volvamos
a necesitar.
Lo bueno siempre
está ahí para rescatarnos y empaparnos de la nostalgia más enriquecedora,
aquella que un día lo volvió todo fluorescente.
Siempre,
absolutamente siempre, se vuelve a los Beatles.