Anoche se me arrugó el corazón. La rendija de la ventana silbó tu canción favorita entre unas paredes vírgenes y compactas. Despertaba mi cuerpo las ganas de agarrarme al colchón, colgarme de las lianas de mi pelo y no volver a encontrar la civilización. Apartar la maleza de mis vértebras y avanzar hacia la costa mientras trazaba en mi pecho las marcas de la aventura, de la euforia, de la soledad...
La imagen de la luna reflejada en mis pupilas me transformó en un mono sediento de intimidad. Llamé a mi manada con desesperación mientras el color de mis ojos amarilleaba. Desparasitaba especies imposibles creyendo ver en sus rostros la pasión de la crianza, marcaba mi territorio a besos contra el suelo.
Grité, me golpeé, fingí jugar sola mientras jugaba contigo. Me llené de barro la conciencia y de hierba el corazón.
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