Digan lo que digan no es pasión, no es dormir de los
sentidos, ni tan siquiera cauce o resurrección, es devoción. Pero de la buena,
de la que ves que te es devuelta y te alegra la cara al fregar.
Las ganas de gritar aumentan conforme van creciendo las
canas, guapas y brillantes cicatrices de los más fugaces arrebatos, con caras
de no haber roto nunca un plato (el que por dinero deja de ser echado de
menos).
¡A romper! ¡Y cuantos más, mejor! ¿Te vas a fiar del que
separa los platos buenos de los malos cuando su doctrina establece que tocar un
culo en público está mal?
El calor está atontando mi conciencia cada día mejor,
¡seamos ciegos cuando queramos oír y mudos cuando queramos tocar! Y así lo bien
que se está…
Desde luego es cariño cuando no cesa, incluso, desde la
objetividad.
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