A
estas alturas de la relación, me pregunto si conectar la boca con mis adormecidas
extremidades no es más sensato que haberme dejado hablar, hablar y hablar… Sin
embargo, todo este tiempo he podido difundir tu mensaje hasta que has tomado la
decisión de hacerme desaprender.
Nunca
he querido deberte nada y tal vez te debía todo lo que tus ácidos me mostraron.
Jamás nadie podrá ver lo que mis párpados revelaron, ni tan siquiera yo, que
junto al terror lo espero y rechazo a partes iguales.
Tu
fuego es sangría en mis entrañas, caprichosa afonía.